Toda música está hecha para ser compartida a través de la escucha, o al menos, debería estarlo. Las culturas consideradas ‘menos civilizadas’ disfrutan de la música como parte integrante de sus vidas: todo el mundo canta, toca, baila; no es casualidad que los componentes de estas culturas gocen de una relación sana y colaborativa.

En las culturas ‘civilizadas’, el papel de compositor, intérprete, bailarín, cantautor, está bien definido y discriminado de los otros… ¡y cuidado con sobrepasar los límites! Por suerte siempre hubo gente que se ocupó de romper los moldes que la ‘estructura’ se ocupa en mantener bien firmes. Entiéndase la ‘estructura’ como “la parte de la Academia compuesta por élites casposas aferradas a una tradición estática y retrógrada donde no cabe nada que no se considere ‘culto’” (se dice la definición, pero no el definidor).

Harry Partch tocando su 'Boo'

Harry Partch tocando su ‘Boo’

Hablando de la ‘no civilización’ me viene a la mente el valiente Harry Partch (California, 1901-1974), que decidió dejarlo todo durante más de 40 años «para experimentar la vida del hombre prehistórico», es decir, se convirtió en un ‘sin techo’, literalmente se salió de la sociedad. Al cabo de los años, las universidades lo descubren y lo llaman para que explique en las aulas aquellos instrumentos que había creado, y las escalas que éstos producían, y… esa infinidad de cosas que la ‘estructura’ se empeña en roer, analizar y apropiarse de ellas. Y el pobre Harry, con su ritmo humano de vagabundo, no sabía qué contar, sino sólo demostrar. Hay un documental hermoso de la BBC que habla de la experiencia de este gran potenciador de la escucha.

La música de la escucha es aquélla que no sólo estimula la pituitaria y las papilas gustativas, sino que también regala un alimento al cuerpo, lo regenera y le da combustible para la motivación en el día a día. Es decir, la música de la escucha sirve al ser humano (presta el servicio) para escuchar su entorno con atención. Y claro, volvemos, cómo no, a la Atención… ese preciado tesoro, ese único billete a un destino que no es sino la Toma de Conciencia, con mayúsculas.

La música de la escucha, compuesta por aquéllos a quienes la ‘estructura’ roe y escupe. Debussy, compositor de sonidos que nos conectan con el mar y con el viento: roído y expulsado. Bartók, conector de oídos despistados con la raíz del folclore, con la pureza de la música intuitiva, con la tierra: roído y expulsado. Rachmaninov, removedor de almas, profundo romántico: roído y expulsado. Hugo Wolf, principal potenciador de la nueva canción austríaca: roído y expulsado…

No, definitivamente, a la ‘estructura’ no le interesa escuchar. Sólo mantener un sistema caduco de prejuicios que se ensaña mutilando talentos. Por suerte, citando al físico Max Planck: “la ciencia avanza no porque los conservadores cambien de opinión, sino porque hay un relevo generacional  (es decir, se van muriendo los que piensan a la antigua)”, aleluya.

Pero este artículo sí quiere escuchar, así que no me disperso más… Allá van algunos heraldos de la música de la escucha, y su manera de contribuir a la apreciación y disfrute del entorno:

Claude Debussy (Francia, 1862-1918) sirve a la escucha de las olas de agua o de aire.

Olivier Messiaen (Francia, 1908-1992) sirve a la escucha del canto de los pájaros.

Pauline Oliveros (Texas, 1932) sirve a la escucha profunda, la que no es con el oído, sino con todo el cuerpo. Es fundadora del Deep Listening Institute (Instituto de Escucha Profunda).

Luigi Russolo y sus 'Intonarumori'

Luigi Russolo y sus ‘Intonarumori’

Phill Niblock (Indiana, 1933) sirve a la escucha desde las vísceras, y no sólo desde los oídos. Es fundador de la fundación Experimental Intermedia.

La Monte Young (Idaho, 1935), con obras como sus ‘Compositions 1960’ sirve a la escucha de los sonidos mantenidos producidos por máquinas como un tubo fluorescente o un aire acondicionado.

Björk (Islandia, 1965), con obras como la banda sonora de ‘Dancing in the Dark’, sirve a la escucha y sublimación del ritmo repetitivo de máquinas como el tren o la lavadora.

Luigi Russolo (Italia, 1885-1947), con sus ‘intonarumori’ sirve a la escucha del entorno urbano.

Llorenç Barber (Valencia, 1948) sirve a la escucha sublimada de objetos sonoros de gran tamaño creados por el ser humano.

John Cage (California, 1912-Nueva York, 1992), con obras como ’4’33”’ sirve a la escucha del entorno sonoro, manteniendo el ritual de concierto.

Steve Reich (Nueva York, 1936) sirve a la apreciación de los ciclos sonoros y vitales, y la relación entre ellos.

Juan María Solare (Buenos Aires, 1966) sirve a la escucha de los fonemas y otros matices sonoros del lenguaje hablado.

Arturo Moya (Albacete) sirve a la escucha de las emociones y los volúmenes.

– Y tantos, tantos otros…

En su libro ‘Free Play’, el gran improvisador Stephen Nachmanovich dice que «la forma más común de creatividad es hacer que lo ordinario sea especial».

Apoyo totalmente a Nachmanovich, y lo intento reflejar en mis creaciones. Todos estos heraldos de la música de la escucha me inspiraron para crear obras como ‘Mmngieaaou’ (2006, sonido de gatos), ‘RiChiamo’ (2012, sonido de perdices), ‘Retórtolis’ (2009, sonido de palomas), ‘Sshhcrack’ (2012, ciclos de las mareas), ‘…Es Particular’ (2009, sonidos del colegio), ‘La Maleta’ (2009, sonido de las ruedas de la maleta sobre el suelo), ‘25 Ciudades 50 Calles‘ (2010-, reflejo temporal del espacio urbano), ‘The Time in a Thread’ (2011, relación del espacio y el tiempo), ‘Skins#1’ (2010, relación de la acumulación visual con la acumulación sonora), ‘Cantar’ (2010, posibilidad de fusionar el rap con la música coral), ‘Contrapunto de Vocales’ (2010, dimensión física/tímbrica del cambio de una vocal a otra). De primera mano puedo decir que estas obras tienen como único objetivo la apreciación y disfrute del entorno sonoro, un disfrute que pretende crecer en espiral, contagiarse de forma orgánica, como las músicas y danzas de las culturas ‘no civilizadas’, como la música que une.

La música de la escucha da un servicio a la atención de quienes tienen la suerte de percibirla. Da un servicio a la motivación, a la sonrisa, al ‘estar alerta’, en el aquí, en el ahora. Da un servicio al conectarnos con el entorno, con lo que realmente Es.

¡Atrevámonos a escuchar!