Aldo Ceccato

Ayer, 15 de febrero, pudimos asistir al reencuentro del maestro Aldo Ceccato con la Orquesta Filarmónica de Málaga, tras su periplo al frente de ésta como director titular de 2004 a 2009, aunque en esta ocasión como director invitado. La Suite nº4 en sol mayor, op. 61 «Mozartiana» y la Sinfonía nº 4 en fa menor, op. 36 de P.I. Tchaikovsky fueron las piezas elegidas para la ocasión.

En un Teatro Cervantes prácticamente lleno, dio comienzo el concierto con la Suite «Mozartiana». Estas cuatro piezas de Mozart orquestadas por Tchaikovsky fueron sumergiendo poco a poco al conjunto en la atmósfera musical y sobre todo a partir del Minueto, Aldo Ceccato imbuyó a la formación su sentir. Algo que culminó en el cuarto y último número de esta primera parte del concierto, destacando los pasajes solísticos en el Tema y variación, sin menospreciar la compacta sonoridad con la que nos pudo deleitar el conjunto; quizá señal del nuevo período de estabilidad en el que entran al contar ya con Manuel Hernández-Silva como director titular y artístico.

Tras el descanso, pudimos disfrutar de la Sinfonía nº4 que data de 1887, un período en el que el compositor ruso se encontraba confuso por su matrimonio fallido. Dedicó la misma a su mecenas,  Nadezhda von Meck, con quien se carteaba desahogándose. Así, con la llamada de trompas y fagotes con la que comienza, fuimos llevados en un vaivén de sentimientos con la ayuda del programa, que desgranaba alguno de los fragmentos de la mencionada correspondencia y describía cada movimiento. Desde el introductorio Andante sostenuto – Moderato con anima, pasando por el melancólico Andantino in modo di canzona, por el Scherzo –que, según Tchaikovsky, no expresa ningún sentimiento concreto- hasta el alegre y grandioso Finale, la Orquesta Filarmónica de Málaga conducida por Ceccato pudo presumir de gran brillo y precisión, aunque no por ello menos expresividad.

El público dejó constancia de ello en una larga ovación que hizo a Aldo Ceccato exclamar «Me falta Málaga», e instó con unas palabras hacia los asistentes a que se sintieran orgullosos de la OFM.

David Wadie