Manuel Hernández-Silva, director de la Orquesta Filarmónica de Málaga

Manuel Hernández-Silva, director de la Orquesta Filarmónica de Málaga

Ayer, 8 de marzo, asistimos a un acontecimiento que marcaba, en mayor o menor medida, un antes y un después para el futuro a medio plazo de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Un Teatro Cervantes casi lleno fue a presenciar el estreno de Manuel Hernández-Silva, recién nombrado director titular y artístico de la formación.

La obertura Genoveva y la Sinfonía nº4 de R. Schumann, junto con los Kindertotenlieder de G. Mahler serían las obras seleccionadas para la ocasión. A cargo de la voz para los Kindertotenlieder estaba el barítono Carlos Álvarez, quien ayudó sin lugar a dudas a que la cita fuese más imprescindible aún.

La Obertura Genoveva, cumplió a la perfección su función introductoria del resto del concierto. Progresivamente, el maestro fue asentándose en su puesto y fue desplegando su artillería gestual. De forma clara, precisa y vistosa acompañaba cada contraposición sonora, aunque también podría pecar de algo exagerada en puntuales momentos.

Así, llegamos a los esperados Kindertotenlieder de G. Mahler. Estas Canciones a los niños muertos, hicieron virar el protagonismo del recién estrenado maestro hacia Carlos Álvarez. Con una limpia y profunda interpretación, supo acercarnos a los poemas de Friedrich Rückert, y además hizo probar la soltura del conjunto instrumental ante una sonoridad más comedida, cumpliéndo ésta con creces.

Tras el descanso volvían al escenario con ánimos y energías renovadas el director y profesores de la OFM con la Sinfonía nº4 en re menor, op. 120 de Schumann. Sirviendo la mencionada obertura del mismo compositor como una presentación de la técnica de Hernández-Silva, es ahora cuando podemos observar todo su potencial. Desde los gestos más sutiles hasta los más ensanchados, el maestro transmitía matices, dibujaba sensaciones con la batuta, y se dejaba llevar por la sonoridad de la orquesta a veces de manera más recogida, seria o incluso juguetona a lo largo de los cuatro movimientos de la obra.  No hay que olvidar el sonido compacto en general, independientemente de la dirección, que quizá no podría llegar a resultar de no ser por el bagaje adquirido por la orquesta.

El grandioso final de la Sinfonía puso punto y aparte a la visita del director de la Filarmónica, y sin duda marcó, en una ocasión excepcional junto a Carlos Álvarez, el comienzo del viaje de la formación durante la futura temporada, ya con un capitán fijo. El público ofreció una larga ovación como despedida y el maestro no dudó en responder que daría lo mejor de sí al frente de la OFM.