El pasado domingo, en un enclave fantástico, el Castillo Sohail de Fuengirola, tuvo lugar la representación de Aída, por el Teatro de Ópera Nacional de Moldavia y  producida por Concerlírica Internacional.

La lástima fue el fuerte viento que hizo durante toda la noche, especialmente en el primer acto, que incomodó a público y artistas, dificultando la labor de estos últimos.

Pasadas las diez de la noche, la batuta de Nicolae Dohotaru marcaba el comienzo de la obertura, compuesta por el maestro italiano Giuseppe Verdi.

Cabe destacar la interpretación de Olga Perrier (Aída), con una naturalidad increíble nos emocionó a todos en el segundo acto, cuando Amneris (Tatiana Spasskaya) le comunica a la esclava que Radamés (Byung Lee) ha muerto en la batalla.

Poco después, en una de las escenas más famosas de la historia de la ópera, Amneris corona a Radamés ante la mirada de pobre Aída. Es aquí donde se enmascara el auténtico sentido dramático de la obra.

La escenografía fue sencilla pero eficaz, con numerosos cambios de luces sobre el escenario y vestimentas por parte de los artistas, especialmente al cierre del primer acto.

Un público que casi llenó el recinto, aplaudió fervientemente al final de la ópera, y es que se echan en falta este tipo de espectáculos en la programación habitual.