Los pasados 18 y 19 de diciembre pudimos disfrutar Ballet Imperial Ruso en la representación del celebérrimo y navideño Cascanueces, del compositor ruso Piotr Chaikovsky, en un Teatro Cervantes que me gustaría ver más lleno.

Estrucuturado en dos actos, el ballet narra la historia de Masha, una joven muchacha que tiene un sueño en el que un muñeco, el Cascanueces, se convierte en persona y se enamoran. Al despertar, el mago Drosselmeyer, conmovido por la historia que narra Masha, le concede el deseo de que todo se haga realidad.

Durante la representación vimos tres decorados, destacando el que cierra el primer acto, en un extenso territorio de nieve con luz azulada muy bien elegida por Andrey Zlobin y Anna Epatieva, los diseñadores del decorado.

Cabe destacar en cuanto a la coreografía el magnífico papel de Yulia Taniukhina (Masha), «que bien baila ésta chica» oíamos entre el público en el descanso de la obra, y los niños malagueños que colaboraron con el ballet, que demostraron no tener miedo en subirse a al escenario del Teatro Cervantes y el público se lo agradeció.

Gediminas Taranda, responsable de la coreografía, dejó su sello personal en el segundo acto, donde vemos parejas de cinco regiones (rusa, española, china, francesa y oriental). No es fácil dejar que se reconozcan rápidamente los cinco estilos regionales sin caer en la vulgaridad del típico y tópico baile.El Cascanueces1