El pasado sábado se cerraba el ciclo en homenaje al ciento setenta y cinco aniversario de Tchaikovsky, y se hacía ante el auditorio Edgar Neville absolutamente lleno y con la presencia de una jovencísima promesa nacional, el violinista Carlos Rafael Martínez Arroyo, nacido en Cabra hace 15 años que acudía invitado por la OFM para interpretar el Concierto en Re Mayor para violín y orquesta del compositor ruso.
El virtuoso violinista mostró dotes de solista con amplia experiencia concertística y signos de madurez impropios para su edad que sobrecogieron el auditorio. Cierto que Leonardo Martínez, director invitado, moderó un poco los tempis naturales de la obra, aunque con ello condujo la obra hacia la perfección. Ya en la celebérrima canzonetta de la parte central, pasaje de fuego para cualquier violinista, pudimos apreciar la calidad expresiva y el sentido musical que Martínez Arroyo posee. Tras el Allegro final, en el que siguió dando muestras de su capacidad técnica, el público le brindó un aplauso cerrado que sin duda volverá a escucharlo allá donde vaya el joven cordobés, al que se le adivina un magnífico futuro musical.

Tras el descanso, nos esperaban dos obras más de Tchaikovsky, una de temprana edad, la obertura de Romeo y Julieta, y otra de su etapa más tardía, Capricho italiano Op.45. Dos interpretaciones equilibradas, sin entrar demasiado en los cambios dinámicos, aunque de manera efectiva y resultante, especialmente destacó el sonido compacto y decisivo de los metales.

Así se cerraba este ciclo, con plena respuesta del público malagueño que ha llenado en cada cita el auditorio y con una calidad musical alta. Quizás fuese buena idea seguir programando este tipo de ciclos fuera de la temporada de abono habitual, visto el buen resultado de este.