Trío Arbós

Foto: Belén Cerviño

 

El Trío Arbós, formado por Miguel Borrego, violín; José Miguel Gómez, violoncello y Juan Carlos Garvayo, piano, se fundó en Madrid en 1.996, tomando el nombre del célebre director, violinista y compositor español Enrique Fernández Arbós (1.863-1.939).

En la actualidad es uno de los grupos de cámara más prestigiosos del panorama musical español. Abarcando desde el clasicismo y romanticismo hasta el repertorio actual, el conjunto de cámara ha tenido como objetivo contribuir al enriquecimiento de de la literatura para trío con piano a través del encargo de nuevas obras. Compositores de la talla de Georges Apeghis, Ivan Fedele, Toshio Hosokawa, Luis de Pablo, Mauricio Sotelo, Jesús Torres, Bernhard Gander, José Luis Turina, José María Sánchez Verdú, César Camarero, José Manuel López López, Hilda Paredes, Aureliano Cattaneo, Gabriel Erkoreka, Marisa Manchado, Miguel Gálvez Taroncher, Harry Hewitt, Roberto Sierra, Marilyn Shrude, Jorge E. López y German Cáceres, entre otros, han escrito obras para el Trío Arbós.

El trío conjuga las actuaciones en grandes salas y festivales a nivel internacional con la grabación para sellos de reconocido prestigio.

Hemos hablado con ellos tras ser galardonados con el Premio Nacional de Música 2013. Una vez felicitados, ahondamos un poco en el conjunto a través de su pianista, Juan Carlos Garvayo:

 

David Wadie: ¿Qué aspecto musical resaltaría de las interpretaciones del Trío Arbós?

Juan Carlos Garvayo: A nosotros nos gusta pensar que nuestras interpretaciones se basan fundamentalmente en el respeto absoluto hacia el pensamiento musical del compositor enmarcado siempre en un contexto estilístico adecuado.

 

D.W.: ¿Las dificultades interpretativas de un trío pueden ser mayores que las de otras formaciones de cámara?

J.C.G.: Mayores no. En todo caso distintas.  La gran problemática de ejecución que presenta la formación de trío clásico reside sobre todo en la “incompatibilidad” tímbrica entre cuerdas y piano.  Esta diversidad de ataques y colores (distinta de la homogeneidad del cuarteto de cuerda, por ejemplo) ha supuesto para algunos compositores un impedimento, mientras que para otros se  ha convertido precisamente una fuente de nuevas posibilidades.

 

D.W.: Es ud. profesor en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid ¿cómo es la situación de la música de cámara en el sistema educativo español?

J.C.G.: En efecto, enseño en el Conservatorio Superior, aunque no imparto música de cámara a pesar de mi deseo de hacerlo. Puedo decir claramente que la situación no es buena. La enseñanza, la filosofía que hay detrás del conocimiento y la práctica de la música de cámara es esencial para la formación de un buen músico.  Sin embargo, en nuestro país esta disciplina se imparte demasiado a menudo por profesores sin experiencia ni conocimiento práctico incapaces de transmitir el entusiasmo necesario a sus alumnos ni de servir como modelo para el desarrollo camerístico de estos alumnos.  Como profesionales de la música de cámara, esta situación nos produce bastante frustración y tristeza.  Aún así, intentamos dentro de nuestras posibilidades asesorar a formaciones jóvenes de manera privada y siempre fuera del ámbito académico.

 

D.W.: ¿Les cuesta compaginar sus carreras en solitario con la trayectoria del Trío Arbós?

J.C.G.: Para nosotros, hacer música es siempre un motivo de júbilo.  Las dificultades derivadas de tocar a solo o en grupo quedan inmediatamente diluidas en la realización práctica del proyecto que en ese momento nos ocupa ya sean conciertos con el trío o conciertos como solistas.

 

D.W..: ¿Es más difícil enfrentarse a un concierto como solista o como trío?

J.C.G.: Es distinto.  Requiere una mentalización diferente pero en el fondo son dos situaciones que se benefician y enriquecen mutuamente: Dialogar de camerísticamente con uno mismo cuando eres solista, e intentar aportar tu individualidad al grupo sin que la armonía y el equilibrio general se resientan.  Toda una lección de vida, de hecho.

 

D.W.: ¿Algún concierto que les marcara especialmente?

J.C.G.: Aunque suene a tópico decirlo, intentamos que cada concierto sea una situación única y especial.  Prueba de ello es la memoria vívida que conservamos de casi cada concierto que hemos tocado en todos estos años. Siempre hay algunos conciertos que aunque sea de manera psicológica o emocional suponen un hito en tu andadura, pero estos no siempre tienen lugar en los sitios más prestigiosos como se podría pensar. A veces ocurren en lugares recónditos donde ni siquiera tú mismo te lo esperas. Recuerdo por ejemplo un concierto mágico en Santo Toribio de Liébana al que casi no llegamos por diversas circunstancias, entre ellas una vaca acostada en un camino de montaña que nos impidió el paso durante largo rato.

 

D.W.: ¿Tienen algún escenario pendiente por visitar?

J.C.G.: Tantos… Pero aún tenemos mucho tiempo.  Ni siquiera hemos alcanzado todavía la mayoría de edad.  Todavía somos un trío adolescente.

 

D.W.: Contribuyen activamente enriqueciendo el repertorio para trío a través de encargos, ¿por qué este afán?

J.C.G.: Para nosotros es fundamental contribuir al repertorio de nuestra formación estimulando la creación de nuevas obras.  Hay que tener en cuenta que, por diversas razones históricas, la literatura para trío con piano no ha sido tan abundante como la del cuarteto de cuerda. Tampoco podemos dejar de sentirnos músicos de nuestro tiempo implicados en la música que se produce alrededor nuestro.

 

D.W.: ¿Qué aporta el trío a estos encargos?

J.C.G.: Primero, el estímulo para la creación de la obra a través de la petición expresa al compositor.  Después, las garantías que puede ofrecer una formación estable como la nuestra: trabajo serio sobre la obra, disponibilidad de medios para el compositor, perpetuidad en el repertorio, posibles grabaciones discográficas…

 

D.W.: ¿Prefieren estrenar obras o recuperar repertorio? 

J.C.G.: Son dos facetas distintas que requieren medios y realizaciones muy diversas. Nos sentimos plenamente cómodos con ambas.

 

D.W.: ¿Qué criterio siguen a la hora de programar sus conciertos?

J.C.G.: Intentamos, dentro de las limitaciones y directrices a veces impuestas por el contexto del concierto concreto, que el programa sea lo más equilibrado posible en cuanto a líneas de tensión, relajación, contrastes… Si además podemos incorporar obras nuevas o repertorio no excesivamente conocido pero de mérito, pues mejor que mejor.

 

D.W.: Tienen una larga trayectoria fuera de España, ¿encuentran más público fuera de nuestras fronteras?

J.C.G.: Depende de qué países.  Siempre es grato ver salas llenas de público atento y respetuoso en países de gran tradición musical como Alemania, Austria, Francia o Finlandia, como también conocer público entusiasta, generoso y ávido de música como en algunos países de Sudamérica. En España las carencias educativas y de difusión de la música clásica son todavía considerables y no siempre encuentras el público que la ocasión merece.

 

D.W.: Ahondando en su carrera como solista, ¿qué le aportan sus otros proyectos, y viceversa?

J.C.G.: Enriquecimiento, vitaminas y aminoácidos musicales que para un músico de raza como yo son fundamentales para subsistir. Necesito la música como el aire que respiro.

 

D.W.: Tras su educación musical en Motril y Granada, amplió sus estudios en Estados Unidos. ¿Qué nos puede contar del sistema educativo de dicho país?

J.C.G.: Puedo decir que en el ámbito universitario estadounidense yo encontré un sistema educativo flexible, de óptima calidad y repleto de medios para quien mereciera y necesitara usarlos.